Acaban de convocarme a formar parte de un tribunal de oposiciones. Miles de médicos, que desean conseguir un puesto fijo de trabajo en la Comunidad de Madrid, rellenaron hace varios años las solicitudes correspondientes en una convocatoria que se juzga ahora. Entre mis compañeros de especialidad, neurólogos, hay 149 solicitantes y creo que hay solicitantes inscritos en más de 20 especialidades. A los candidatos se les juzgará por una serie de supuestos “méritos”, entre los que destacan la antigüedad en el puesto de trabajo, sus logros profesionales y las puntuaciones que obtengan en un examen en el que se les presentarán tres supuestos clínicos de los que tendrán que escoger y resolver dos, y en una entrevista subsecuente con los seis supuesto hombres justos que integramos el tribunal (en realidad Justo solo hay uno pero a cambio hay un Exuperio).
Entiendo que algún lector habrá pensado que estoy hablando en broma pero lo hago absolutamente en serio. Es absolutamente decimonónico que un tribunal compuesto por seis profesionales tenga que examinar a otros profesionales que ya han sido acreditados para ejercer una especialidad, que en muchos casos llevan ejerciéndola durante varios años y que en, algunos casos, pueden tener un conocimiento de determinados problemas superior a l de los examinadores. Es una pérdida de tiempo para los examinadores y una ofensa para los examinandos.
En segundo lugar, habría que preguntarse ¿qué se entiende por méritos y por qué una elección de estas características debe estar basada en el mérito? Los méritos son consecuciones extraordinarias de algunas personas que les hacen acreedores a un premio. Es evidente que trabajar en un ambulatorio durante varios años, atendiendo 25 pacientes diarios y dirigido por una caterva de incompetentes, desde los mandos intermedios a los gestos de varios niveles, es un mérito extraordinario, pero no para que a uno le hagan fijo sino para ganarse el cielo. Publicar una serie de trabajos espantosos, en revistas que no lee nadie, trabajos sin originalidad y sin talento, tampoco debería servir para premiar a nadie sino para enviarle al infierno.
Pero los problemas mas importantes de estas convocatorias son los problemas que crea a los servicios sanitarios y a los propios pacientes. En unas semanas voy a cumplir 40 años como médico. Hace unos días vino a verme una paciente con una enfermedad de Hallerworden-Spatz, que tiene 53 años; me dijo que la estoy siguiendo desde que tenía 14 años. Tengo pacientes con miastenia gravis con mas de 50 años a los que sigo desde que tenían menos de 20. Hace unos meses diagnostiqué de enfermedad de Freidreich atípica, con una nueva mutación de frataxina a una paciente a la que he tratado durante 24 años. Y en el caso de algunas enfermedades hereditarias, como la enfermedad de Huntington, hay varios casos de familias en las que ahora trato a nietos de quienes fueron mis pacientes al inicio de mi carrera profesional. ¿Por qué romper eso con una oposición? De los 149 candidatos solo 42 tienen plaza. Los resultados de la oposición, cualesquiera que sean, solo van a conseguir que muchas personas que en este momento realizan un trabajo meritorio y tienen buena relación con sus pacientes sean obligados a cambiar de centro de trabajo. ¿A quién beneficia esto? Desde luego no a los pacientes ni a los profesionales.
Pero tampoco beneficia al sistema sanitario ni a una mejor gestión por parte de los gestores sanitarios que las convocan. Un servicio clínico es un sistema delicado, en equilibrio inestable. Para que funcione bien es necesario que sus distintos componentes estén equilibrados. Conviene que haya distintas personas con distintos conocimientos temáticos de las distintas partes que componen una especialidad médica; y conviene que los componentes tengan aptitudes distintas y complementarias. Se necesita una mezcla equilibrada de personas con grandes capacidades clínicas, otros con facilidad y vocación para la docencia, y también miembros con capacidad de innovación y de investigación. Una unidad clínica desequilibrada no funciona. Y para que esté equilibrada es preciso que quienes la dirigen tengan capacidad discrecional, talento organizativo y capacidad de liderazgo. Y este tipo de oposiciones no permiten estas cosas.
¿No hay por ahí ningún responsable político que tenga dos dedos de frente y acabe con estas antiguallas hipócritas?
lunes, 17 de mayo de 2010
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