miércoles, 29 de mayo de 2013
Un mundo sin piedad
Acabo de volver de Hannover de un congreso sobre distonía, que ha resultado muy agradable, una buena oportunidad para charlar con viejos amigos. Había estado en esa ciudad en 1977, al volver de un curso internacional de entrenamiento en métodos de estudio del funcionamiento bioquímico del cerebro, al que yo había asistido durante el mes de julio de ese año en Leipzig. En nuestro camino de Leipzig a Copenhague cruzamos Berlín Oeste y eso nos hizo perder nuestro status de invitados oficiales de la República Democrática Alemana y convertirnos en meros transeúntes. Se desencadenó una tormenta brutal que no me permitía ver la carretera y decidí parar en al arcén. Aparecieron inmediatamente dos coches de policía y nos conminaron a seguir. No podíamos parar en el territorio de la República Democrática Alemana aunque el cielo se cayera sobre nosotros. Fuimos tratados sin piedad.
Mi amigo Seth Pullman, de Nueva York, con quien no hablo desde hace tiempo, me refresca las noticias que tienen origen al otro lado del Atlántico. Seth es neurofisiólogo y se dedica estudio los cambios de actividad neuronal y muscular que se producen en los pacientes que tienen problemas del movimiento. Es un experto de primera línea mundial y como tal una de sus especialidades es el tratamiento de músicos profesionales que tienen distonías ocupacionales. La distonía es un trastorno del movimiento que se caracteriza por contracciones anormales y sostenidas de los músculos que producen contracturas, posturas anormales, trastorno de la función y dolor. Las distonías ocupacionales son las que ocurren al realizar determinado tipo de actividades, en muchos casos actividades profesionales, como la distonía en la mano que se llama espasmo del escribiente, o la distonía de la pierna que aparece en bailarines. Las distonías ocupacionales son muy frecuentes en los músicos, quizás porque el entrenamiento intensivo a que someten a determinadas partes de su cuerpo, las manos, los labios, etc., acaban alterando los mecanismos normales de control del movimiento. En Alemania se calcula que las distonías ocupacionales afectan hasta un 1% de los músicos y en algunos casos acaban con la carrera de estos profesionales. Seth estudia las distonías de los músicos con técnicas electrofisiológicas para descubrir los músculos que se contraen de forma excesiva y luego debilita esos músculos con inyecciones de pequeñas dosis de toxina botulínica. Sin embargo, Seth piensa que el 80% de los músicos profesionales en los Estados Unidos carecen de recursos suficientes para pagar la toxina botulínica. Por esto, Seth y nuestro común amigo Paul Green esconden la toxina que les sobra de tratar a otros pacientes, la congelan y se la administran de forma clandestina a los músicos menos afortunados. A mí me parece que lo que hacen Paul y Seth es digno de aplauso pero el hecho de que tengan que hacerlo a escondidas no deja de ser un signo más de que vamos hacia un mundo sin piedad.
Escribo a Paul para que me ayude a rescatar, ahora que me he jubilado, un pequeño fondo de pensiones de la época de mi estancia en la Universidad de Columbia. Me dice que le echan de la Universidad porque los directivos se han enterado de que atiende a algunos pacientes sin cobrarles. Paul es, con toda seguridad, uno de los mejores expertos mundiales en enfermedad de Parkinson y otras alteraciones del movimiento. En la enfermedad de Parkinson, en relación con los trasplantes de células fetales, Paul fue el primero en decir que “el rey estaba desnudo”. Llevábamos 20 años de trasplantes de distintos tipos de células y de promesas incumplidas de que las “células madre” iban a curar esa enfermedad al día siguiente por la mañana. Paul, después de un estudio muy cuidadoso fue el primero que dijo que los trasplantes no servían para nada y, en algunos casos, podrían ser perjudiciales. Al principio tuvo que enfrentarse con muchos grupos de científicos que, por interés o de buena fe, sí creían en esos tratamientos. Pero al cabo de un tiempo se impuso la verdad y los trasplantes dejaron de hacerse. Ahora le echan porque atiende pacientes sin cobrarles. Cuando yo terminé la carrera de Medicina habríamos considerado vergonzoso lo contrario, no atender a una persona porque no pueda pagar los honorarios. ¿Hacia dónde vamos? Hacia un mundo sin piedad.
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