viernes, 21 de marzo de 2008

La demagogia

El Sr. Arias Cañete reúne en su persona elementos típicos tanto de profeta bíblico como de rústico aldeano. Este los primeros la rotundidad y la potencia de su voz, con la que pontifica, y la seguridad absoluta con la que expone ideas no solo inseguras sino inverosímiles. Entre los segundos el rapado “look country” y una cierta tendencia a descender al terreno de las explicaciones menos en la línea de las parábolas que de los chascarrillos de taberna.

El Sr. Arias Cañete acaba de hacer demagogia, un ejercicio de seducción del pueblo con mera palabrería insustancial. Se ha referido a la inmigración como consumidora de recursos sanitarios y ha dejado en el aire, demasiado visible, la sospecha de que ese consumo puede explicar en parte o in toto las deficiencias sanitarias que padecemos. Eso cualifica a cualquiera como demagogo pero cuando se realiza desde solemnidad solo puede considerarse como una solemne estupidez.

Y la razón de esto es que el ejemplo que pone el ex ministro tiene que ver muy poco con el gasto sanitario. Los inmigrantes son gente joven y como tal consumen una minoría, muy por debajo del total que les corresponde, de los recursos sanitarios. Todos los estudios existentes señalan que la utilización de los recursos sanitarios aumenta con la edad, de modo que, cada año, el gasto sanitario típico por personas mayores de 75 años es 6 veces mayor que el de las personas entre los 36 y 45 años de vida; y que el 90 % del gasto sanitario de una persona tiene lugar durante su último año de vida.

De modo que si una mujer de Ecuador llegua a España a los 35 años de edad, trabaja en nuestro país durante 20 años, reúne unos pequeños ahorros, con los que vuelve a su país a la edad de 55, se hace una mamografía anual, al final de su periodo de estancia no solo no ha abusado del sistema sanitario sino que lo ha utilizado muy por debajo de su nivel de cotización. Veamos.

El gasto sanitario medio por habitante y año en España es de unos 1200 €. El Sr. Ex ministro no debe saber que esta cifra es entre un 6 y un 12% inferior a lo que correspondería a España por su nivel de desarrollo y su renta, y tampoco que la Comunidad de Madrid, buque insignia del sistema que propugna es, probablemente la comunidad de España con un presupuesto mas bajo por persona y año. El costo de una mamografía es variable, en función de los beneficios de quien la haga, pero en los Estados Unidos, en los que hay un mercado competitivo en el que las compañías de seguros o el Medicare reembolsan en todo o en parte los gastos, viene a costar entre 100 y 150 $, es decir, entre 70 y 100 €, una duodécima parte del presupuesto sanitario del año.

Muchas de esas personas, que vinieron de Ecuador y se hacen una mamografía al año, están cuidando a nuestros ancianos. Pero, según acabamos de ver, no solo les cuidan sino que también financian su atención sanitaria. Porque, de verdad, donde estamos gastando nuestro dinero es en el cuidado, muchas veces sin esperanza, de pacientes con cáncer terminal, demencia, cardiopatía irreversible y otras, por no hablar de los costes del “ensañamiento terapéutico” al que nos lleva la ética imperante. De modo que a los profetas bíblicos no les vendría mal un poco de vergüenza.

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