domingo, 23 de marzo de 2008

La miseria de la exclusividad

El sábado estuvimos en Caixa Forum. Ella dijo que habría unas colas interminables pero yo la convencí de que, si todo el mundo pensaba lo mismo, nadie iría y entraríamos sin esperar. Efectivamente, llovía y hacía frío, y solo tuvimos que esperar cuatro minutos.
El nuevo centro en el eje del Prado añade nuevos incentivos a la oferta cultural del Madrid, que se sitúa entre las primeras del mundo. El edificio es muy bonito. Pero la exposición de los Uffici es de obras de segunda fila, salvo alguna pieza bellísima de Boticelli y de Luca Giordano.
A la salida era la hora de merendar. Ella tiene un diente mas dulce que salado y, además, tiene cuidado de la sal por aquello de la hipertensión. De modo que buscamos, en vano, una cafetería tradicional, en las que uno se sienta sin prisas, de las que abundan en otras ciudades europeas pero que han sido eliminadas en Madrid por el afán de la consumición rápida. Lo único que encontramos, vagamente parecido, fué un Starbucks Coffee en la plaza de Drumen, donde pedimos un par de cafés y un par de gélidas y desangeladas piezas de tartas hechas con menos amor que prisas.
Pero el problema vino a la hora de ir al baño. Me sorprendió que estuviera cerrado pero encontré junto a la puerta un sistema de apertura electrónica que era necesario activar con una clave que figuraba en el tickect de la consumición. Tecleé el número 1111, se abrió la puerta y entré en el baño, donde a medida que vaciaba la vejiga se me iba llenando el corazón de ira. Me puse a pensar qué acto de vandalismo podría yo realizar que pudiera ser una respuesta adecuada a la negación del alivio reglamentario a la pobre gente que lo necesita. Se me ocurrieron un buen monton de posibilidades que iban desde como mínimo atascar el sanitario hasta arrancar de cuajo el lavabo pasando por la opción mas equilibrada de provocar un incendio con el rollo de papel higiénico. Pero me detuve al encontrarme con un muchachito de menos de 140 cm de altura, probablemente ecuatoriano, que tenía una mirada implorante de sensatez porque probablemente el sería el perjudicado inderecto del desahogo de mi ira.
¡Prostáticos del mundo entero, con glándulas de canónigo, del tamaño de una manzana reineta, que orinais cada media hora; diabéticos, tipos I y II, abejas melíferas urinarias, que perdeis calorías por el desagüe; consumidores de diuréticos, multíparas añosas con relajamiento pélvico, flojos de esfínteres, tomadores de laxantes, neuróticos con colon irritable, uníos! ¡Unios y boicotead a esos herejes que no tienen caridad de conceder el alivio a quienes no son sus clientes!

2 comentarios:

Gatopardo dijo...

Don Justo: después de haber leído "Amami, Alfredo..." qué alegría encontrar su bitácora.
Gracias por escribir con tanto tino y sin corsé mental.
Saludos cordiales

Una paciente dijo...

Que digo yo que en algo tendremos que colaborar los del colon irritable para comprar papel higiénico, tener agua en la cisterna, contar con empleados de la limpieza (o de la no limpieza), poder llamar al fontanero cuando se emboza el retrete (yo sólo he sido responsable una vez... lo prometo). Claro, que por otro lado me gustaría verme a mí en "momento crisis intestinal" sin un duro en el bolsillo para consumir. La verdad, tengo razones para unirme y para no unirme al boicot...